domingo, 1 de junio de 2014

Minas de uranio en Salamanca.

Berkeley Minera España S.A. pretende aprovechar dentro de la comarca de Salamanca el Campo Charro una concesión de explotación de 2.517 hectáreas para la extracción y procesado de mineral de uranio, entre los términos municipales de Retortillo y Villavieja de Yeltes.

El proyecto, denominado "Retortillo-Santidad", implicará un movimiento de tierras superior a los 200.000 m³ anuales, cinco megavoladuras a la semana y el procesado de 2.000.000 de toneladas/año de mineral.



 La explotación, prevista para 11 años (incluyendo las tareas de preparación, producción, restauración y clausura), estará dividida en dos zonas: la de Retortillo (2,7 kilómetros de longitud por 580 metros de anchura) y la de Santidad (de 1,6 kilómetros de longitud por 310 metros de anchura).

Berkeley Minera España S.A. se anuncia como la gran solución a los problemas de la comarca y promete 200 empleos, pero en ningún momento ha explicado cuántos puestos de trabajo, derivados de la actividad extractiva, pueden ponerse en peligro en otros sectores productivos, ni la drástica caída en la valoración económica que sufrirán las propiedades de los particulares de los pueblos afectados y de otras localidades de la zona.

Por otra parte, tampoco se han tenido en cuenta los riesgos para la salud tanto de los vecinos como de los potenciales trabajadores derivados de la minería de uranio a cielo abierto, considerada como una de las actividades industriales más tóxicas que existen. Contaminación de aire, agua y suelos que pueden tener consecuencias irreversibles para las poblaciones afectadas.

El río Yeltes -en verde-, atraviesa el área de concesión minera
Además, la concesión minera está atravesada por el río Yeltes, singular paraje sobre el que se han definido dos espacios de especial protección a nivel europeo: La Zona de Especial Protección para las Aves de las Riberas de los ríos Huebra y Yeltes  y el Lugar de Interés Comunitario de las Riberas de los Ríos Huebra, Yeltes, Uces y afluentes. En ambos casos, se trata de áreas protegidas colindantes con la pretendida explotación, por lo que afirmar que lo que suceda en la mina no va a tener efecto alguno sobre el entorno inmediato es, cuanto menos, un acto de cinismo por parte de la empresa y quienes dan luz verde a su plan operativo.

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